Ruta Literària Nada II
Aquesta història està explicada en primera persona per la protagonista mateixa, en el futur, mentre recorda les experiències viscudes a Barcelona, no per l’Andrea acabada de sortir d’aquesta ciutat, sinó per una Andrea madura, que a la llarga s’ha adonat que realment sí que es va dur alguna cosa del carrer d’Aribau. Això es denota en el comentari “com a mínim, així creia llavors …”, amb el qual la narradora deixa clara una diferència d’opinió respecte a ella mateixa de jove. El punt de vista de Carmen Laforet és òbviament el mateix que el d’Andrea, un punt de vista carregat de tristesa des del que denuncia tota la misèria soferta per la societat espanyola dels anys quaranta. Amb aquesta novel•la, Carmen Laforet ha estat relacionada amb la corrent literària, sorgida a la postguerra, anomenada existencialisme.
“…después de viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran estación de Francia y los grupos que se formaban entre las personas que estaban aguardando el expreso y los que llegábamos con tres horas de retraso”. (p.11)
“El coche dio media vuelta a la plaza Universidad y recuerdo que el bello edificio me conmovió como un grave saludo de bienvenida”. (p.12)
“Enfilamos la calle Aribau, donde vivían mis parientes, con sus plátanos llenos aquel octubre de espeso verdor y su silencio vívido de la respiración de mil almas detrás de los balcones apagados”. (p. 12)
“Entonces supe lo que deseaba: quería ver la Catedral envuelta en el encanto y el misterio de la noche. Sin pensarlo más me lancé hacia la oscuridad de las callejas que la rodean. Nada podían calmar y maravillar mi imaginación como aquella ciudad gótica…”. (p.114)
“Me detuve en medio de Vía Layetana y miré hacia el alto edificio en cuyo último piso vivía mi amiga”. (p.13)
“La misma Vía Layetana, con su suave declive desde la plaza Urquinaona, donde el cielo se deslustraba con el color rojo de la luz artificial, hasta el gran edificio de correos y el puerto, bañados en sombras, argentados por la luz estelar sobre las llamas blancas de los faroles, aumentaba mi perplejidad”. (p.114)
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